A excepción de aquellos que salen a pillar (seres abocados a la desesperación, pobrecillos, al final son los que nunca pillan) creo yo que es lo que esperamos que ocurra cada noche.
Al principio crees que lo mejor del mundo es meterte en la discoteca de turno, aguantando al portero borde de turno (mención especial al listillo de Pacha que no sabe que se le cuela medio Madrid por la puerta de emergencia) y pagando una pasta de entrada, a no ser que entres a las dos de la tarde. Puede ser entretenido alguna vez, pero al final una se da cuenta de que donde esté un garito vacío un jueves con tres amigos de toda la vida y un beefeater con limón que se quite lo demás.
Porque tener a gente así, que está, ha estado y estará siempre, y que es capaz de hacer que te sigas riendo toda una noche recordando cosas que pasaron hace seis años no tiene precio.
Como para pagar una entrada, de verdad.
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