lunes, 19 de septiembre de 2011
viernes, 16 de septiembre de 2011
Flume
Basta que escribas y escribas mostrando sutilmente tu cabreo para que en cuestión de minutos todo cambie. Qué vida, de verdad. Sigo sin saber de dónde viene esta afición por escribir cuando vuelvo de fiesta, a todo esto...
De lo que de verdad pretendía hablar hoy es de lo contentísima que estoy con mi carrera. Es muy probable que al que lea esto pasando blogs (descubrimiento reciente esta especie de 'zapping') le dé exactamente igual pero eso es lo de menos ahora mismo. Con lo que costó elegir, y ahora con cada día que pasa me doy más y más cuenta de que esto es lo que yo quería... así que imagínense que satisfacción tan grande.
Mi breve momento de creatividad (por llamarlo de alguna forma) acaba de terminar y no se me ocurre absolutamente nada, lo cual unido al estado mental que ha hecho tan difícil escribir lo anterior me lleva a plantearme el irme a la cama y eso. Bona nit.
De lo que de verdad pretendía hablar hoy es de lo contentísima que estoy con mi carrera. Es muy probable que al que lea esto pasando blogs (descubrimiento reciente esta especie de 'zapping') le dé exactamente igual pero eso es lo de menos ahora mismo. Con lo que costó elegir, y ahora con cada día que pasa me doy más y más cuenta de que esto es lo que yo quería... así que imagínense que satisfacción tan grande.
Mi breve momento de creatividad (por llamarlo de alguna forma) acaba de terminar y no se me ocurre absolutamente nada, lo cual unido al estado mental que ha hecho tan difícil escribir lo anterior me lleva a plantearme el irme a la cama y eso. Bona nit.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Poker face
Comienza la partida. Se reparten dos cartas y prácticamente todos los jugadores apuestan. Estas primeras apuestas se conocen como 'ciegas', ya que ninguno sabe si ganará o perderá a continuación. Sólo los menos atrevidos o los que tienen mucho que perder se retiran tan pronto, devolviendo sus cartas y convirtiéndose en callados observadores.
El juego prosigue. Has recibido una pareja, y tus posibilidades de ganar esta mano son por ahora evidentes. Intentas disimular tu emoción por ese golpe de suerte y empiezas apostando bajo para no llamar la atención y cagarla. Al principio lo tienes todo controlado, juegas con confianza y decisión, pero las fichas empiezan muy pronto a amontonarse demasiado rápido en el centro de la mesa. Junto con las cartas que se encuentran boca arriba juegas con un trío, pero quedan dos más que te pueden llevar a póker. Con tanto dinero en juego duele retirarse..
Por un momento dudas y piensas en hacerlo, aun puedes perder mucho dinero más si sigues apostando. Sin embargo, tus amigos te dan ánimos, te dicen que vayas a por el poker y que no tengas miedo al fracaso, así que decides dejarte llevar, seguro de que una de las dos cartas siguientes será la acertada. La tensión aumenta. El croupier quema y coloca otra carta boca arriba, aunque no la esperada. Sientes como la cosa comienza a torcerse pero, impasible, haces acopio de valor una última vez y te abandonas a la suerte. El proceso se repite, y también la decepción. Última apuesta y llega el momento de enseñar cartas. Trío contra full, y lo has perdido todo.
Por dentro estás jodido contigo mismo por haber llegado tan lejos y haber perdido tanto, por haber tenido algo tan cerca y no haberlo alcanzado, pero sonríes, te levantas y haces como si no te importara lo más mínimo para acto seguido darte la vuelta e irte con toda la dignidad del mundo. Mientras te diriges hacia la salida tarareas la canción que suena por los altavoces. Esa canción te gusta bastante y te la sabes casi de memoria. Lo que no sabes es que a partir de entonces cada vez que la escuches volverás a estar por un instante en esa habitación, abriendo la puerta para no volver.
En el poker hay una probabilidad de 0.0002400 de obtener cuatro cartas iguales. Algo parecido ocurre cuando dejas entrar a alguien en tu vida.
El juego prosigue. Has recibido una pareja, y tus posibilidades de ganar esta mano son por ahora evidentes. Intentas disimular tu emoción por ese golpe de suerte y empiezas apostando bajo para no llamar la atención y cagarla. Al principio lo tienes todo controlado, juegas con confianza y decisión, pero las fichas empiezan muy pronto a amontonarse demasiado rápido en el centro de la mesa. Junto con las cartas que se encuentran boca arriba juegas con un trío, pero quedan dos más que te pueden llevar a póker. Con tanto dinero en juego duele retirarse..
Por un momento dudas y piensas en hacerlo, aun puedes perder mucho dinero más si sigues apostando. Sin embargo, tus amigos te dan ánimos, te dicen que vayas a por el poker y que no tengas miedo al fracaso, así que decides dejarte llevar, seguro de que una de las dos cartas siguientes será la acertada. La tensión aumenta. El croupier quema y coloca otra carta boca arriba, aunque no la esperada. Sientes como la cosa comienza a torcerse pero, impasible, haces acopio de valor una última vez y te abandonas a la suerte. El proceso se repite, y también la decepción. Última apuesta y llega el momento de enseñar cartas. Trío contra full, y lo has perdido todo.
Por dentro estás jodido contigo mismo por haber llegado tan lejos y haber perdido tanto, por haber tenido algo tan cerca y no haberlo alcanzado, pero sonríes, te levantas y haces como si no te importara lo más mínimo para acto seguido darte la vuelta e irte con toda la dignidad del mundo. Mientras te diriges hacia la salida tarareas la canción que suena por los altavoces. Esa canción te gusta bastante y te la sabes casi de memoria. Lo que no sabes es que a partir de entonces cada vez que la escuches volverás a estar por un instante en esa habitación, abriendo la puerta para no volver.
En el poker hay una probabilidad de 0.0002400 de obtener cuatro cartas iguales. Algo parecido ocurre cuando dejas entrar a alguien en tu vida.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)